Entre 1955 y 1958 Álvaro Siza  trabaja en el estudio de Fernando Távora e Viana de Lima aunque no finalizará su carrera universitaria hasta 1965. En este periodo es el momento en el que comienza el proyecto de la Casa de Chá, coincidiendo además con el desarrollo del pabellón de tenis en el parque de la Quinta da Conceiçâo y de la escuela Cedro de Vila Nova de Gaia en dicho estudio.

Tras analizar las dos últimas obras que menciono considero que se podría establecer una serie de puntos de conexión entre ellas y el proyecto del Restaurante Boa Nova (Casa de Chá).



En ellas se aprecia un acercamiento a la arquitectura tradicional portuguesa extrayendo elementos y conceptos que posteriormente se reutilizarán con una visión más contemporánea, y esta idea también tendrá presencia en el Restaurante Boa Nova. Por ejemplo, si nos fijamos en el acceso a la Casa de Chá, podemos apreciar el diálogo que se establece con la topografía del lugar a través de una arquitectura de muros blancos, rampas, escalones y plataformas, que a su vez nos habla de arquitectura de movimiento, con la incorporación del propio entorno a la experiencia que tiene el usuario de esos espacios exteriores a medida que los recorre.

Por otro lado, si nos centramos en la manera en que aparecen las chimeneas también podemos encontrar nexos con la arquitectura tradicional.

El lugar del fuego, el hogar, ha tenido un significado importantísimo en muchas culturas como centro de la casa o punto focal de una comunidad. Desde la hoguera que puede realizarse en el campo que crea su propia “estancia natural” por su luz y calor, a la manera de utilizar el fuego en un antiguo megaron micénico, donde el lugar del fuego se identificaba por un círculo marcado sobre el terreno, por las cuatro columnas que sostenían la cubierta, y también por la forma rectangular de la propia sala, que era el lugar del rey.

En Boa Nova, las chimeneas desempeñan un papel compositivo importante que va más allá del propio edificio contribuyendo a la construcción del paisaje. Si lo observamos detenidamente, el faro y las pequeñas edificaciones que lo rodeaban mantenían una proporción de alturas que bajo mi punto de vista, también establecía una relación directa con la decisión de tratar las chimeneas de esta manera y no de otra. Dibujan líneas verticales muy puntuales acentuando la horizontalidad del conjunto en su visión desde el mar hacia la costa.

Si nos centramos en las cubiertas debemos volver a la figura de Fernando Távora y a su pabellón de tenis de la Quinta da Conceiçâo. Él finaliza esta obra tras su regreso de un viaje a Japón en 1960, habiendo entrado en contacto con el lenguaje tradicional de la arquitectura japonesa. Este lenguaje oriental se aplica también en el restaurante Boa Nova (así se llama el restaurante que se encuentra dentro de la  Casa do chá) tomando elementos de los pabellones de té tradicionales.





Por el contrario, en los monumentos religiosos de nuestro país, los edificios quedan aplastados bajo las enormes tejas cimeras y sus estructuras desaparecen por completo en la sombra profunda y vasta que proyectan los aleros. Visto desde fuera, y esto no sólo es válido para los templos sino también para los palacios y las residencias del común de los mortales, lo que primero llama la atención es el inmenso tejado, ya esté cubierto de tejas o de cañas, y la densa sombra que reina bajo el alero”.

(Fragmento de “El elogio de la sombra”. J. Tanizaki)